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jueves, 22 de marzo de 2012

lunes, 19 de marzo de 2012

Por Eliseo Colón Zayas

¿Están preparados los comunicadores para enfrentar los retos de las transformaciones sociales, económicas y culturales que conducen estos primeros años del siglo veintiuno hacia una cultura de la guerra y la confrontación? La cobertura y el tratamiento por parte de los medios de comunicación de los acontecimientos del incipiente siglo nos ponen a dudar de cuán habilitados están los comunicadores para asumir los grandes retos de unos tiempos que se vuelcan de manera vertiginosa hacia la guerra. Por ejemplo, las predicciones del mundo informático que bajo el eslogan Y2K tanto furor causaron durante los meses previos a la llegada del año 2000 no fueron capaces de vaticinar el colapso socioeconómico que se avecinaba. Por el contrario, empujados por la bonanza financiera de los mercados bursátiles, los líderes del mundo occidental, especialmente aquellos agrupados alrededor del Foro de Davos, auguraban un mundo feliz tras las supuestas mercedes económicas que el proyecto neoliberal traería para todos los ciudadanos del globo. Estamos muy lejos de la euforia bursátil de los últimos años del siglo veinte. El mítico año 2000 quedó atrás y ha sido remplazado por la epifanía del 11 de septiembre de 2001. La ansiedad y el riesgo toman arraigo entre todos los sectores sociales y provocan tensiones e incertidumbre individual y colectiva. No obstante, anclados en unas rutinas de producción propias de las lógicas mercantiles, los comunicadores no fueron capaces de generar y provocar las preguntas que se salieran del simple dato, la estadística y la opinión consensuada, propias del ejercicio mecánico de la profesión.

Más recientemente, los eventos del 11 de septiembre evocan, de por sí, muchos momentos de la historia cercana que han generado gran ansiedad y tensión social. Algunas de estas situaciones se debieron a acciones concretas como fueron las dos Guerras Mundiales del siglo veinte. Otras respondieron a imaginarios construidos con fines específicos para generar tensión e incertidumbre, como la psicosis de ataques nucleares que Estados Unidos se encargó de promover y los medios de comunicación de difundir durante la llamada Guerra Fría.